Qué le pasa por dentro al perro que tiene comportamientos reactivos:
Los perros pueden ser reactivos a muchos modelos de situación y con distinta intensidad. Es importante citar que la reactividad no se “refuerza”, no puede ser tratada en base a premios o castigos. Pero sí que puede dar pie a un hábito emocional. Un hábito es un modo de actuar o conducirse adquirido por repetición de actos iguales. Si una respuesta emocional se repite frecuentemente, luego va a ser difícil de cambiarla. Cuando un perro reactivo se ve superado, no podemos pensar solo en lo que está viendo y como responde a ello. Necesitamos también pensar en la información interna que está recibiendo, que en cada perro es distinta.
Estos caminos emocionales, algunos autores los denominan programación neuro conducta o PNC, tal como me habréis oido a mi hablar en algún moment.
Vemos la reactividad como algo que sucede a consecuencia de la información que el perro recibe del exterior, pero obviamos la información interna que el cerebro del perro recibe.
– Tengo dolor
– Estoy cansado (este modelo de reactividad se vé mucho en cachorros o adolescentes)
– Me faltan nutrientes
– Estoy sobrepasado por todo, como no voy a reaccionar a un coche o a un perro
– Cuales son mis capacidades de coping o afrontamiento
– Mi conciencia del cuerpo (ni siquiera soy consciente de todo mi cuerpo)
– Estoy más vulnerable, estoy enfermo
– Hay cosas que nunca me dejaron experimentar o solucionar
– Mi autoestima es baja
– Soy pesimista, todo irá mal, debo defenderme
– Mi referente está aún más asustado, nervioso o sobrepasado que yo
– Siempre soy obligado a ir hacia lo que me supera
– Huir no es posible, solo me queda morder o reaccionar
– Me van a inmovilizar (aplharoll) en esta situación, o a castigarme cuando estoy en ella
Podemos afirmar entonces que la reactividad es una respuesta frente a una serie de informaciones que el perro recibe de forma externa e INTERNA y que frente a ellas no puede actuar de forma emocionalmente estable porque simplemente está superado. A veces la reactividad no aparece gracias a que la información interna contrarresta la información externa que el perro está recibiendo y que minimiza el impacto de lo que esté sucediendo. Por ello es importante entender que en esas informaciones debemos valorar si el entorno en realidad es excesivo para el perro, pero también si el problema está en el momento o en el propio perro que recibe informaciones internas de que aquello es demasiado para él y realmente no va a poder resolver.
Entonces solo le queda la reactividad. La reactividad cuando empieza a suceder de forma frecuente o excesivamente intensa va generando un patrón de respuesta, porque se fortalecen las vías neuronales de experiencia aterradora.
Esa vía neuronal fortalecida no se verá anulada si no dotamos al perro de herramientas para que la anule. Aquí está el error de enfoque: nos centramos en la conducta o como construir una nueva vía, esto a veces roza lo absurdo: no buscamos que un perro se ponga contento cuando ve a otro perro: buscamos que se pueda dar cuenta que esa situación puede manejarla, es capaz. No buscamos que un perro al ver a otro perro tenga más miedo de lo que vamos a hacer que del otro perro y por ello no responde. Buscamos que dé normalidad a encontrarse con otros perros porque se siente seguro y sabe cómo actuar.
El trabajo es anular el camino que ha consolidado el perro, no simplemente construir nosotros otro camino, porque, aunque nos parezca que pudiera estar funcionando, las vías “simpáticas” son muy luminosas y el perro vuelve a ella ante cualquier duda. Solo creará un nuevo camino fiable para él si consigue “apagar” las luces de la anterior vía neuronal reactiva e iluminar la nueva cuando empieza a construir un camino distinto. Los adiestradores siempre intentan controlar al perro. Los menos amables con gritos, golpes o sacudidas de correa, asustándolo.
Ahora cambiamos por controlarlo con un filete o con queso, salchichas y un clicker, pensamos que solo nosotros podemos solucionar la reactividad con el control, pero olvidamos que los perros ya nacen con habilidades para afrontarla, desde hace miles de años. Simplemente las circunstancias, el modelo de vida o sus cuidadores se las han robado. Parte del problema posiblemente nace en esa mentalidad nuestra de controlar y pensar que hay cosas que debemos enseñar a los perros, olvidando que no debemos enseñarlas, solo necesitan escenarios que les permitan desarrollarlas, recuperarlas porque son innatas.
Esto es muy interesante a la hora de tener un plan para tratar la reactividad. Quizás el eje sobre el que hay que girar no es controlar al perro, si no como devolverle esas habilidades que de forma natural ya posee. Pero en ocasiones esto no es fácil
El Dalai Lama afirma frecuentemente que la neuro plasticidad del cerebro permite cortocircuitar las emociones, frenar los hábitos emocionales y cambiarlos por otros más adecuados. “es posible cortocircuitar la emoción”
Donald Hebb fue el padre de la teoría de las sinapsis. Debemos pensar que los perros cuando tienen experiencia aprenden de ellas a través de las asociaciones que hacen las neuronas. Vamos a explicar de una forma sencilla que sucede con la reactividad.
El cerebro ante una situación de miedo moderado trabaja con la parte pensante y con la emocional (la amígdala, en el sistema límbico juega un papel importante), pero como el miedo es moderado, la parte pensante acaba inclinando la balanza hacia su lado y el perro actúa de forma adecuada a la situación. Cuando el miedo se dispara, el cerebro analiza un segundo en la parte pensante y rápidamente envía la información a la amígdala y se retira.
Comprende que “esta no es una situación para pensar, es una situación de peligro y se trata de actuar” y entonces se emite una respuesta emocional que muchas veces tiene que ver con las 4 Fs.
Fight
Flight
Freeze
Fooling around
Una vez pasado el peligro, todo vuelve a la normalidad y se restablece el equilibro en el organismo tras el subidón de estrés y el perro vuelve a pensar. Pero si la situación que superó al perro empieza a pasar con frecuencia, de forma repetitiva o de forma muy intensa la conexión de neuronas en esa experiencia se fortalece, son muchas más neuronas las que se asocian y empiezan a construir una especie de camino o puente que ignora la parte del cerebro pensante y con cada repetición más sólido se hace ese camino, para acabar siendo una autopista muy rápida que no se detiene ni un segundo en analizar la situación, solo existe ese camino ante el “vampiro” y cada vez que lo vea, solo puedo circular en esa autopista que puentea y evita la parte racional del cerebro.
Se ha construido una “vía neuronal” muy sólida, se ha construido un hábito emocional difícil de cambiar porque lo que inicialmente era un camino para usar esporádicamente, en esa situación se ha convertido en “el único camino posible, muy iluminado, muy cuidado y rápido, una auténtica autopista”
Es muy importante comprender esto, porque en un posible enfoque para ayudar al perro con su problema de reactividad, debemos trabajar el que esa autopista deje de estar en uso, para que el tiempo vaya erosionándola, se deteriore hasta estar inhabilitada. Pero esto no es posible si seguimos con su mantenimiento y uso frecuente. Los tratamientos habituales de la reactividad intentan seguir llevando al perro por esa vía, intentando adecuarla para su uso a través de los premios, o forzando al perro a circular por ella a través del castigo y la imposición y realmente esto no ayuda a anularla.
El estrés generalizado, el exceso de control sobre el perro, las situaciones de miedo o que el perro no se encuentre bien mental o emocionalmente es una forma de pavimentar de nuevo esa autopista, hacerla más grande y fácil de ver y circular por ella.
Cuando un perro está estresado en una situación, pero hemos trabajado el devolverle la posibilidad de aprender a lidiar con esas situaciones, cuando un perro se siente completo cree en sí mismo y en su capacidad de respuesta en cada situación. Ello facilita que solo aparezca reactividad de manera natural ante una situación repentina, pero no de forma frecuente, porque solo responderá cuando la situación de verdad lo requiera y su reacción será fácilmente recuperable porque todo su organismo está bien.
¿Qué necesita un perro con conductas reactivas?
Si hemos comprendido el mecanismo de la reactividad, comprenderéis que cada vez que suceda el perro ya no “pensará” en cómo manejar la situación, sino que reaccionará de forma impulsiva y automatizada.
La reactividad se basa en experiencias previas con modelos de respuesta repetitivas porque el perro recorre las vías neuronales ya creadas. Siente que solo hay un camino posible.
Este camino evita pasar por la parte pensante y por ello el perro no puede lidiar con la situación, no es capaz de pensar qué tipo de respuesta debo dar a esta situación. Cuando nos centramos en los síntomas, el perro no está pudiendo aprender a conducir su estado emocional y modularlo. Estamos trabajando como si enseñáramos una habilidad y en realidad lo que de verdad necesita un perro reactivo es que le enseñemos a manejar sus emociones.
Pero en realidad ya hemos dicho que no se trata de “enseñar” cosas nuevas, debemos recuperar el concepto de PERRO. Turid Rugaas lo llama Perro Adulto Completo. Quizás no deberíamos pensar en cómo afrontar la reactividad, sino en cómo puedo ayudar a mi perro a volver a ser un perro adulto completo.
Un perro de este perfil ya posee las herramientas que hacen innecesaria a reactividad. Pero recuperar esas herramientas puede necesitar de tiempo. Veamos su maletín de herramientas que en realidad son habilidades de vida:
1.- Cuerpo equilibrado: Este concepto incluye aspectos como la nutrición, la salud (libre de enfermedad), estar libre de malestar o dolor, el estrés controlado (daña mucho al organismo cuando es excesivo), poder descansar mucho etc. El estado físico es óptimo y los músculos y articulaciones permiten al perro un movimiento natural y libre. Los sentidos funcionan bien y de forma coordinada, tanto los externos como los internos.
2.-Autoestima/autoconfianza: Muchas veces esta habilidad guarda relación con la anterior, sin la 1 no se llega a la 2. El perro es conocedor de su cuerpo, de sus posibilidades, se siente capaz e independiente para solucionar cosas. Sabe desenvolverse de forma autónoma y calmada. Es lo contrario a los perros dependientes que ante cualquier situación miran a su humano esperando instrucciones o intentando evitar castigos/conseguir premios. La autoestima da satisfacción simplemente por solucionar cosas o evitar conflictos, hacen crecer el pensamiento de que “soy capaz, me siento más seguro”
3.-Habilidades sociales. También como las otras habilidades que estamos enumerando, son innatas. Los perros se mueren de ganas de interaccionar con otros perros o personas, pero deben aprender a ser educados, a no ser bruscos, a pedir permiso para interacciones más intensas, a disfrutar de actividades calmadas en presencia de otros perros o personas y en resumen a ser maduros en la forma de relacionarse.
4.-La curiosidad. Esta emoción es muy importante para los perros. Son curiosos por naturaleza y ello les permites desarrollarse, aprender, interaccionar y adaptarse a las necesidades de cada entorno. Los perros disfrutan de investigar y por desgracia con frecuencia las personas no lo permiten o lo castigan. Cultivar esta emoción posibilita que el perro incluso ante algo que le asusta, quiera acercarse, conocerlo y aprender a actuar de forma correcta gracias a eso.
La primera misión para ayudar a un perro con reactividad es dotarle de esos 4 pilares. Dejemos de pensar en el problema y pensemos solo en este reto. ¿Cómo puedo hacer para que mi perro pueda convertirse en un perro adulto completo? Mientras tanto, las situaciones de reactividad deben ser anticipadas y evitadas. Texto base de Masqueguau